Un verdadero ejemplo





El otro día,  absorta entre las páginas de una revista, me encontré un artículo que me llamó profundamente la atención. 
El protagonista no era otro que el Papa Francisco, que se había propuesto, como frecuenta con sus mediáticas manifestaciones, conmover a los lectores e invitarles a la reflexión.

Como no podía ser de otra forma, también yo quedé completamente sorprendida al leer:


“Los invito a reflexionar juntos y hacernos uno en la idea de que solo quien enseña con pasión puede esperar que sus alumnos aprendan con placer. Solo quien se muestra deslumbrado ante la belleza puede iniciar a sus alumnos en el contemplar. Solo quien cree en la verdad que enseña puede pedir interpretaciones veraces. Solo quien vive en el bien —que es justicia, paciencia, respeto por la diferencia en el quehacer docente— puede aspirar a modelar el corazón de las personas que le han sido confiadas. El encuentro con la belleza, el bien, la verdad, plenifican y producen un cierto éxtasis en sí mismo. Lo que fascina nos expropia y arrebata. La verdad así encontrada, o que más bien nos sale al encuentro, nos hace libres.” 

Cardenal Bergoglio


De nuevo había dado en la clave. La educación en valores, que tantas veces me había preocupado, está incondicionalmente relacionada con la figura del maestro.






Acostumbrados a leer frases bonitas pero insustanciales sobre la escuela, la infancia y el cambio educativo, no nos solemos percatar de que la educación en valores comienza con el propio maestro. Él es el auténtico referente para los alumnos, que puede llevar de primera mano todos los ideales que se proponen, o puede constituir el mayor ejemplo de incoherencia.

Tú también eres un verdadero ejemplo. Con tu mera presencia puedes cambiar las ideas y valores de tus alumnos. Nunca lo olvides.



Lo que el maestro es, es más importante que lo que enseña.
              Karl A. Menninger 


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